No quiero que me salves

Un político puede ser de derechas, puede ser de izquierdas, de centro, de arriba o de abajo... Lo que no debería ser es gilipollas (perdón).
Entre los políticos españoles la autocrítica brilla por su ausencia. Resulta patético ver como todos dicen que han ganado después de unas elecciones. En lo último que piensan es en porqué la gente les ha votado o ha dejado de votar.

Griñán, en lugar de darle la patada a todos los corruptos que le han hecho perder las elecciones y marcharse con ellos, se regocija en que han perdido por menos de lo esperado y con el apoyo de IU podrá seguir en la poltrona.
Arenas sigue empeñado en ofrecerle a los andaluces una derecha que no tragan. Andaluces que votarían antes al mismísimo diablo que a una derecha que les sigue oliendo a señorito y a rubia de bote con un primo llamado Borja Mari.
Falta autocrítica, se la cogen con papel de fumar, tienen demasiado apego al cargo. No se puede –o no se debe– mantener el poder durante treinta años, ni perder una elección tras otra y seguir sin hacer examen de conciencia.
Lo de "servidores públicos" se les olvidó hace tiempo. Son políticos profesionales que creen que nadie sabe mas de su oficio que ellos. Utilizan al votante como una herramienta más, incomoda, imprevisible a veces, de la que se desprenderían si pudieran.
Pues no señores, no pueden.
Sigo con pasión incondicional a mi equipo de fútbol. Me da igual que el entrenador sea un imbécil redomado, es mi equipo y así será para siempre. Si quiero salvar mi alma me pasaré por la iglesia, o el psicólogo, o igual no quiero.
De ti, político, se espera vocación de servicio a la sociedad que te puso en el cargo. Si esa sociedad te pide que la acompañes al mismo infierno, hazlo o vete, pero no salves su alma por decreto. No me pidas que sea incondicional porque ondeas mi bandera o porque te voté en su día, no me tomes por tonto. Recuerda: el servidor público eres tú.